Como millennial, pero, sobre todo, como adicta a eso que llaman contemporaneidad, llevo años intentando entender a la Generación Z. Siempre con cierta distancia de seguridad para, como me dijo un rapero español de mi edad, no dar “cringe” (un término, precisamente, popularizado por centennials para resumir la vergüenza ajena). Según él, eso le generaron los mayores que querían imitarnos cuando empezó “nuestra escena”. Creo