Contemplaba a las chicas que estaban adornando mi pelo con unas diminutas flores similares a jaras blancas. Conversaban entre ellas, alegres, ajenas a mi calvario. De vez en cuando intentaban hacerme partícipe de la conversación, pero mi mente estaba en un sitio muy apartado de ese. En mi cabeza sonaba de fondo los primeros acordes de una guitarra y una voz lejana cantando una de esas canciones tristes como podría ser The only thing de Sufjan Stevens.